INSTITUTO DE DETENCIÓN DE LA CAPITAL FEDERAL (U.2) VILLA DEVOTO
25 de mayo de 1973
LA DEFENSA
Contado por los protagonistas soportando el ataque guerrillero en el lugar de los hechos.
Los sucesos son verdaderos.
Los agentes penitenciarios -casi heroicamente- impidieron la caída de la “Bastilla” porteña entregada a la virtual anarquía impuesta por el terrorismo y respaldada desde el flamante gobierno justicialista.
Los días previos, Villa Devoto convertida en Hotel Alojamiento.
Las acciones comenzaron días antes. Las cúpulas de las organizaciones PRT-ERP, Montoneros, FAR y FAP ordenaban una estrategia conjunta para lograr la libertad de todos “los combatientes”.
Desde el interior de la unidad penal y con pretensiones de “ablande” hacia el personal subalterno se distribuían volantes -manuscritos- mediante los que se “aconsejaba” a dicho personal hacerse los distraídos durante requisas y controles y se les prevenía respecto de aventuradas ideas de represión -por sus consecuencias posteriores- ante la inminente asunción del nuevo presidente, y en particular, a tomar conciencia de la situación de explotados” que a ellos también les cabía.
Versiones de una acelerada libertad a los guerrilleros-terroristas procesados, corrían de boca en boca.
El candidato Cámpora había anunciado que iba a haber una liberación inmediata de todos los presos.
Durante la campaña electoral, y en particular en los actos proselitistas del “FREJULI”, para las elecciones del 11 de marzo de 1973, la Juventud Peronista cantaba masivamente la consigna:
“Reviente quién reviente libertad a los combatientes”; y luego del triunfo electoral del Frente se le sumó otra de corte semejante:
“Primera ley vigente libertad a los combatientes”.
El Frente Justicialista de Liberación Nacional ganó con una holgada mayoría del 49 por ciento de votos.
Por su parte, el Director General ® Roberto Pettinato alimentaba desde tiempo atrás la certeza -sueños, quimeras, ilusiones o esperanzas- de que asumiría como Director Nacional del Servicio Penitenciario Federal con el nuevo gobierno, y arengaba a los presos desde arriba de las mesas de los pabellones afirmando otorgar prestas libertades y magnánimas concesiones.
En sentido amplio: patético, generador de inevitable vergüenza ajena.
Pero, claro, no sería aventurado pensar que, no obstante el inmenso ego del geronte carcelero, el tiempo había llevado a cabo sin piedad su tarea de endurecimiento de arterias y consiguientes problemas de irrigación que, a no dudarlo inducían al “Fofo” -viejo apelativo de sus épocas de severa y partidaria conducción Institucional- a actuar del modo en que lo hacía; quizá, cómo no, también influenciado por aquella vieja sentencia de “Nicolo”, el brillante florentino que supo acuñar para la historia: Il fine giustifica i mezzi. Pero nada era casual, más tarde repetiría los errores, el fracaso, el ridículo y el grotesco tras metas semejantes en el Servicio Penitenciario de la Provincia de Buenos Aires.
Para los días previos al 25 de mayo, las celdas de los terroristas estaban abiertas por orden de la conducción superior del Servicio Penitenciario Federal, presiones mediante.
La Planta Celular de Villa Devoto era un edificio de cinco pisos, más la planta baja, con presos políticos de todo el arco nacional insurgente; los varones se alojaban en los pisos segundo y tercero; las mujeres, en el cuarto y quinto. En planta baja, “El pabellón de las madres”, sólo para media docena de detenidas en aquella condición, con sus bebés; ciento setenta y seis era el total de los que ocupaban dicho espacio.
El burdel, todas con todos
Los alojados superaban día a día barrera tras barrera.
Así las cosas se juntaron los pabellones celulares 2º al 5º y, de esa manera mezclaron mujeres y varones terroristas, lo que convirtió a la prisión en un sui géneris burdel self service.
Tanto así era, que encerradas las parejas colocaban irónicos y burlones cartelitos en las puertas de las celdas: “No molestar: la compañera Bibbi y Juan”.
En síntesis, un verdadero festival de sexo libre entre camaradas y mujeres de las organizaciones.
Las paredes de los pabellones, pintadas con consignas peronistas, fueron testigos de las orgías ante la mirada de los agentes penitenciarios que no podían creer lo que estaba pasando frente a ellos y tragando saliva amarga por las inflexibles consignas de no intervenir.
Mientras tanto, el falazmente ilusionado Pettinato circulaba por cuanto lugar le era posible arengando a todos los presos -terroristas y “comunes”-, prometiéndoles la fantasía de una singular “Cárcel del pueblo” e inmediata libertad a los guerrilleros.
Para los carceleros la cosa iba de mal en peor; con pronóstico reservado.
Fotos tomadas por la guerrillera Alicia Sanguinetti del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), que en ese momento estaba presa en Devoto, su marido cayó en combate al poco tiempo de estar en libertad.
La fotógrafa fue cómplice del asesinato a sangre fría del Ayudante de 4ta. Gregorio Valenzuela en la fuga de Rawson el año anterior.
25 de mayo de 1973 Plaza de Mayo
Amaneció a pleno sol. En la Plaza de Mayo estaba todo dispuesto para la asunción del nuevo Presidente.
Infantes de Marina poblaban Paseo Colón, la Policía Federal tenía un distante dispositivo y los granaderos escoltaban a su futuro enemigo.
Los jóvenes (JP) con brazaletes y palos trataban de ordenar lo programado para permitir que las autoridades invitadas ingresaran por la explanada lateral.
Entre las banderas de los justicialistas, montoneros (ala izquierda del peronismo) fuerzas armadas peronistas, sindicatos, derecha peronista y tantos más, ya había comenzado un poco tranquilizador alboroto. Un clima de marcada violencia, furor y fanatismo sobresalía con muy pocas intermitencias.
Juan Carlos Dante Gullo trataba de impedir el desfile militar al grito de: “Se van, se van y nunca volverán”.
A todas luces estaba servida la mesa para el banquete de terror e intransigencia a la que estos grupos tenían acostumbrada a la ciudadanía; expresiones del peronismo de todas las épocas.
Pronto ardieron vehículos de la policía federal y pronto también aparecieron banderas argentinas manchadas con sangre.
Jóvenes corriendo con banderolas de cruz roja aquí y allá. Precipitadamente se organizaron refugios sanitarios -como el del hall del Banco de Londres- donde atendían a los primeros heridos.
En Devoto
Pero la historia de que se trata es la que ocurría en esos momentos en Villa Devoto, cárcel capitalina, donde esperaban que se cumpliera la promesa de liberarlos, alentada con programada anterioridad por el nuevo gobierno que asumía en la fecha de marras.
El penal amaneció “adornado” con banderas y pancartas de Montoneros, PRT-ERP, FAR, FAP, FAL, Ocpo, CPL, MRA.
Los militantes de organismos de DDHH, periodistas y abogados circulaban regocijadamente conformando una atmósfera más propia de una kermés que de una prisión.
Desde la Dirección Nacional del Servicio Penitenciario Federal, lugar en el que ya se manejaba, de facto, como nuevo Director Nacional, el señor Roberto Pettinato, emitía órdenes para que se preparara al personal pues era probable que después del acto en Plaza de Mayo, una multitud se dirigiera a la cárcel aludida para exigir la liberación prometida. No estaba equivocado.
Pasado el mediodía, comenzaron a juntarse personas en el cruce de Bermúdez y Nogoyá, para desplazarse más tarde frente al portón de acceso a la unidad penitenciaria.
Con el correr de las horas la concentración se había transformado en un importantísimo caudal de gente con la parafernalia habitual: bombos, cánticos y pancartas mostrando identificaciones de Montoneros, Far, Fal, Fap y todos los comandos imaginables.
También estaban presentes los nuevos diputados que aún no habían jurado, pero que, no obstante, presurosamente confeccionaban listas en el despacho de la Dirección de la Unidad con los Jefes de la misma anotando y tildando los nombres de los delincuentes terroristas que serían liberados.
“El tío” Cámpora lo había prometido y se iba a cumplir a rajacincha.
Al caer la tarde, la presión y la impaciencia de la masa popular iban en aumento, entre los que se encontraban familiares de los terroristas, de presos comunes, guerrilleros, agitadores, alborotadores y los curiosos que nunca faltan.
Los cánticos eran por demás significativos:
“¡Reviente quién reviente libertad a los combatientes!”; “¡Peronistas de derecha, peronistas de izquierda, lo que no son peronistas que se vayan a la mierda!” “¡Abran carajo, o la tiramos abajo!”
Como La Toma de la Bastilla -París, 14 de julio de 1789-, su caída en manos de los revolucionarios parisienses supuso simbólicamente el fin del antiguo régimen y el punto inicial de la Revolución francesa; aquí, respetando lugar dado, momento dado y proporciones, el sentido era idéntico; desde el punto de vista del absurdo, obviamente.
Las autoridades de la cárcel recibieron la orden de desarmar a todos los agentes penitenciarios francos de servicio-que quedaron recargados-, para evitar desbordes emocionales y represión a los alojados que ya se encontraban en virtual pie de guerra, amotinados y tomando plantas, pisos y pabellones celulares en un verdadero desbande de corridas, ajustes de cuenta y gritería descomunal.
Paralelamente, comenzaron a correr versiones alarmantes y falsos rumores armados ex professo. Se ordenó también cambiarse de civil para mezclarse con los atacantes en caso de que los portones cayeran.
En la Plaza, se exigía el indulto de los delincuentes terroristas.
Mientras tanto, la Plaza de Mayo se inflamaba de agresivos cánticos y amenazantes consignas.
Los manifestantes pedían la inmediata amnistía para todos los presos políticos, y se acrecentó la insistencia de marchar hacia la cárcel para rescatar por la fuerza a los compañeros presos si el gobierno no cumplía de inmediato, o demoraba la promesa formulada.
A las 22:20 los recientes ministros de Interior y de justicia, Esteban Justo Antonio Righi y Benítez, anunciaban la decisión gubernamental tomada referida al indulto, que en total (26 cárceles del país) alcanzaría a 371 detenidos.
Apenas conocido el “blanqueo” por los medios de comunicación, atropelladamente ingresaron a la unidad penal de Villa Devoto, legisladores electos, periodistas, activistas, familiares de presos y organismos de derechos humanos (José María, no vio a tantos ya que él los acompañaba desde el Puesto de Control hasta el antedespacho de la Dirección), con la finalidad de garantizar la integridad física de los “prisioneros políticos”, eufemismo utilizado para identificar a los terroristas presos.
El Director de Devoto estaba sereno y en control
El Prefecto Romualdo Enrique Díaz, a la sazón Director de la unidad de Devoto, demostraba serenidad y plena capacidad para sobrellevar la severa situación, ordenó al Ayudante de Ordenes (que en turno le correspondía a José María) que anotara unos quince números telefónicos, con la orden ¡comuníqueme con el primero que atienda!
Los números correspondían a la Dirección Nacional, al Ministerio de Justicia y al Juzgado de Turno.
Nadie respondió.
Preocupado, hizo frente a su interlocutor, el repaso de la situación
“Nadie atiende los teléfonos, en Paso no hay nadie… todos se mandaron a mudar… por el lado de afuera vienen como cincuenta mil manifestantes, la Policía Federal levantó el poco personal que había en los alrededores, los pabellones de subversivos están tomados, hay un compromiso de indulto con esa gente, por el lado de los comunes también quieren que se los considere y si indultan a unos, exigirán también para ellos…”
El Ayudante le recordó que había una sección de Gendarmería en los galpones aledaños y el Director le replicó: esos, hace días que ya se fueron, estamos solos, fue su amarga conclusión.
Circunstancia insólita, pues a nadie se le escapaba que hechos graves se avecinaban a la Cárcel de Devoto.
Hasta Pisu que tomando una cerveza con un camarada en el centro, vieron pasar la noche anterior, hordas de manifestantes gritando “primero vamos a la asunción del tío presidente y luego a liberar a los combatientes”
Así que no dudaron en presentarse el 25 a sumarse en apoyo del personal de guardia.
¿Cómo puede ser que la cúpula del SPF y la del Ministerio de Justicia y el propio Juez de Turno no se hallaren presentes o atentos a lo que sabían que iba a pasar?
Desde la Escuela Penitenciaria habían llegado refuerzos.
Con un Oficial y Suboficiales, había llegado temprano desde Ezeiza, una Compañía de Aspirantes con escaso entrenamiento y ocuparon puestos en la murallas, en ningún momento abandonaron sus puestos, pese a la lluvia de proyectiles de todo tipo y agresiones verbales que recibían.
No ocurrió lo mismo con otros que se habían vestido de civil para mimetizarse con los atacantes en caso de caer el portón.
Colocaron dos FAP
Viendo la debilidad que ofrecía el portón de la calle Desaguadero, a dos Oficiales se les ocurrió montar en posición fortificada y frente a ese portón, dos fusiles FAP- ametralladoras con bípode- Pero milagrosamente, la turbamulta no advirtió lo endeble de la seguridad de ese puesto y no lo atacaron.
Eligen delegados de los presos
En el interior pabellón celular se llamó a una urgente asamblea.
Se debían elegir tres representantes para deliberar con las autoridades de la cárcel y tratar el tema referido a la inmediata libertad anunciada por el gobierno. Pedro Cazes Camarero, Freddy “El Mormón” Ernst y Francisco Rivas fueron elegidos por PRT-ERP, Montoneros y FAR y llevados al despacho del Director, Prefecto Romualdo Díaz.
Después de un corto intercambio de opiniones, llegó a la cárcel el secretario de la Presidencia, Juan Manuel Abal Medina, y con el auxilio de un megáfono se dirigió a la multitud que se había reunido sobre la calle Bermúdez, declamando una verdadera arenga política partidaria, sin hacer apenas una mención hacia la libertad que sus compañeros esperaban, pero con un cargado tinte amenazador referido a venganzas y revanchas.
Fue como la mecha que hiciera arder la pólvora, los virtuales aullidos de la multitud señalaban la exigencia de la liberación inmediata.
Más tarde los medios gráficos informarían respecto de que unas cincuenta mil personas habían conformado el anillo humano que presionaba sobre las calles anexas a la cárcel.
Desatado el caos
En el interior del penal la confusión era total.
Prácticamente sin conducción, el personal de Oficiales y Suboficiales transitaba de sobresalto en sobresalto pensando -con lógica y coherencia- que muy pronto serían víctimas de las hordas fuera de control.
Desde la calle habían comenzado a arrojar todo tipo de elementos en contra de la entrada al penal, entre ellos “cócteles molotov”; y algunos pugnaban por derribar el portón del acceso principal.
La mayoría del personal recargado estaba sobre la terraza del puesto de control observando los sucesos de la calle.
Se pidió ayuda a Gendarmería que tenía unos cincuenta efectivos en los galpones aledaños, pero subieron a sus camiones y se alejaron mucho antes, Policía Federal contestó que no tenían órdenes y Ejército informó que su lugar era en los cuarteles.
¡La pucha, los habían dejado solos! y afuera, habían miles de revoltosos queriendo protagonizar la gran velada de la revancha y represalia.
Documento fotográfico de Abal Medina hablando con un megáfono desde las almenas de la muralla de Devoto, rodeado de los diputados electos del FREJULI prometiendo y amenazando.
Dentro de la Unidad permanecían dos turnos de guardia de las Divisiones Seguridad Interna y Externa, además estaban los cursantes del Curso de Aplicación de Oficiales en el primer piso a cargo de Baltasar Díaz(que llegó muy tarde en la noche), Eduardo David y el grandote Llorente.
Las garitas de la muralla, estaban cubiertas por los centinelas. Los celadores, guardianes y encargados de la seguridad interna, se habían replegado hasta la “T” (confluencia de pasillos que forman una t), donde resistían y defendían las rejas principales.
También estaban varios Oficiales francos de servicio, que se presentaron espontáneamente y se sumaron a los recargados. A Mano Negra que era el Subdirector, no lo ven.
Los del curso no entregaron sus armas
Pese a la orden de desarme, los Oficiales del Curso (unos diez que fueron recargados como refuerzo) se negaron a entregar sus armas y expusieron firmemente las razones de gravedad que justificaban la actitud, amén de haber practicado el dispositivo de defensa desde hacía semanas.
Cubrieron las ventanas que les habían asignado con pistolas 9mm y PA3.
La directiva era cubrir el frente y el playón donde, si entraban los atacantes, no saliera nadie.
Gracias a Dios no pudieron derribar el portón, así que las armas volvieron a sus fundas.
Luego participaron del operativo de recuperación de los pabellones amotinados.
Las Plantas 1, 2 y 3 estaban amotinadas
Los presos comunes alentados por los políticos y los subversivos, quienes les prometieron todo tipo de concesiones, se amotinaron descolgándose en los interiores rompiendo rejas de acceso, prendiendo fuego a los colchones y llegando hasta la “T” de seguridad, donde fueron frenados por Seguridad Interna.
Corrían rumores de toma de rehenes y faltaban uno o dos celadores, lo que hizo más creíble la versión.
Con el pasar de las horas se recuperó a un agente que había sido protegido por los maricas que le prestaron ropa y lo mimetizaron con ellos para que no lo maten.
En la calle, los manifestantes coreaban: “…5 x 1 no va a quedar ninguno”.
Un grupo de integrantes del personal femenino optó por refugiarse en el Casino de Oficiales del primer piso.
Muchos pensaron que “de esa” no salían.
Los de afuera venían a matar.
Animados por el compromiso profesional, por una suerte de mística penitenciaria y sin color político alguno, los Oficiales subalternos tomaron las riendas de la defensa exterior de la cárcel.
Ya se escuchaban los primeros disparos de armas de fuego, desde afuera hacia el interior de la Unidad.
Entra un camión por Bermúdez
Como si ya lo tuvieran planificado, un camión (Un Ford o Dodge con caja volcadora) avanzó entre la multitud y se puso de culata contra el portón principal de la cárcel.
Tenía cubierta su caja con una lona y desde allí comenzaron a repartir armas a la muchedumbre y con su paragolpes, comenzó a golpear el portón.
Embistió el portón con su caja metálica y tembló toda la muralla, embistió otra vez, y a la tercera, recibió fuego.
Un Principal le disparó con su PA3 para disuadir.
No lo intentaron más.
Apareció el Jefe Vinzón en el playón interior, transpirando copiosamente y preguntó
“¿pibes como está cosa?”
Allí fue informado por Pisu, el Colo y otros, que se había puesto brava y que estaban intentando derribar el portón principal, estaban lanzando molotov por las ventanas de la guardia y que ésta ya estaba a oscuras.
Vinzón preguntó “¿y si le tiramos unos gases?”
Eso fue suficiente para que los oficiales corran a la guardia y distribuyeran lanza gases.
No había retenes, así que el Colorado, llamó a cinco o seis casa y comida (agentes que vivían en el Casino) y los envió a la terraza para que desde allí se intente dispersar con gases a la multitud y en especial a los del camión que representaba un serio riesgo.
A un agente se le escapa un disparo de gas que golpea en una reja, rebota y le da en el casco a Antonito Spada que se salva de casualidad.
Lo putearon todos, ya que gaseó a sus propios compañeros, que no disponían de máscaras.
El Colorado encontró una 9mm en un cajón y se sintió reconfortado, ya podría defenderse.
El “paraguayo B”, que estaba de servicio, tenía un ataque de nervios y encerrado en el dormitorio, el petizo Ben… le pegó dos cachetazos para que reaccione y no lo logró.
El souvenir del maestro
Mucho personal que se tenía que presentar a tomar servicio, quedó en la calle sin poder llegar a la puerta y envueltos en una marea belicosa que, si los notaban, los hubieran atacado, así que, si saltaban ellos saltaban y si gritaban, ellos gritaban.
Fue así que en el reparto de armas, que se estaba haciendo afuera por parte de los subversivos, algunos penitenciarios recibieron armas también.
Uno de ellos fue el maestro de la Sección Educación, que mostró por años su Ballester Molina 11.25 que los guerrilleros le regalaron esa jornada y que guardaba como souvenir y recuerdo del miedo, impotencia y bronca que tragó.
Los Oficiales toman la Armería
Los disparos desde el exterior llovían sobre las garitas y hacia la terraza, los oficiales quizás el Turco Ra... y otros, entre los que se hallaba Pisu, accedieron con las llaves que les dio Vinzón, al armero de la guardia y luego presionaron al Encargado de la Armería a que abra la puerta, pese a la orden que tenía en contrario.
La cosa es que se hicieron de las armas y empezaron a distribuir al personal y montar una defensa armada del perímetro, pero principalmente en la terraza y cubrir el playón interior.
El Beto, Palito, Peco y Revolvito, Mastin, el Abuelo, Pisu y los recargados se concentraron en la terraza.
A algún genio se le había ocurrido darle un megáfono a Abal Medina y éste con otros, desde las almenas arengaban y amenazaban, pero además, se robaron el Escudo Nacional que estaba sobre el portón.
Cuando bajaron, comenzó nuevamente el cruce de disparos. Carlitos S lo ve a Benito Lincoln que se hallaba cuerpo a tierra detrás de una palmera con una 9mm, muy asustado el hombre.
Los subversivos toman casas y rehenes
No todos los que estaban en la calle eran subversivos, pero un grupo se separó e ingresaron a las casas de los vecinos, en algunos casos ataron a los moradores y subieron a los tanques de agua desde donde iban a disparar con armas largas, cubiertos por las arboledas y la oscuridad, tan solo se verían los fogonazos.
Todos los de la terraza de la Unidad estaban agachados y a cubierto, los centinelas tirados tras los muros de las pasarelas.
Los orinó desde las almenas
Bajo máxima tensión, por el fuego de los francotiradores atacantes, todos a cubierto en la terraza y apareció el Electricista de Turno, con la pinta típica, borceguíes deslustrados y atados a medias, un gabán que fuera gris y un corte de pelo de coiffure de penal, que con total parsimonia y desprecio por el peligro, subió a las almenas y desde allí orinó a los de abajo, que sin lugar para esquivar la lluvia, gritaban
“¡bajá zorrino, asomate h. de p!”
Con la misma calma se abotonó los pantalones y se retiró del lugar sin que proyectil alguno, lo alcance.
Suscriben un acta con los indultos
Pasadas las 23:00 horas, diputados y funcionarios del Servicio Penitenciario Federal suscribieron un acta en el despacho de la Dirección del penal, para dejar constancia de cada preso indultado.
En representación del “Frejuli”, lo hicieron Roberto Vittar, Santiago Díaz Ortiz, Julio Mera Figueroa, Roberto Bidaña, Aníbal Izurieta y Armando Croatto; por la Alianza Popular Revolucionaria suscribieron Héctor Sandler y Raúl Bajeman, y dos funcionarios penitenciarios.
Sin que nunca nadie pudiera explicar por qué, entre los liberados incluyeron a un preso común, el asaltante y traficante de armas internacional François Chiappe que de guerrilla, guerrillero, militante o activista no tenía absolutamente nada que ver.
El personal sentía miedo, un miedo que sólo se experimenta al verse rodeado por una masa enardecida de cincuenta mil personas que prometen muerte, y por las descargas de armas cortas y largas, que no habían cesado.
Liberan a los presos, desbande y tiros
El Director de la Unidad había planificado una ordenada evacuación por portones diferentes: las columnas peronistas por un lado, y las marxistas leninistas y trotskistas, por otro.
La idea era evitar el encuentro entre facciones e impedir el impacto político del arco insurgente con los manifestantes populares que aguardaban en la calle. Ordenaron marchar en filas de a cinco.
Salieron abrazados con Roberto Pettinato, inconfundible por sus canas, cantando la marcha peronista.
Pero al sonar los primeros disparos, se arrojó a una zanja en dirección al portón de Desaguadero.
Afuera se escuchaba el tronar de bombos y el tono amenazante de las consignas.
No obstante, y como era fácil imaginar, en los tramos finales el tumulto y el desbande coparon el territorio.
Por el portón de la calle Desaguadero y en dirección al Club Lamadrid, salieron los vehículos con los liberados sin orden judicial- ningún Juez apareció- otros se juntaron en la esquina de Bermúdez con sus camaradas subversivos y familiares.
De prisa, ganaron la calle por la fuerza irresistible de la patota política y el manejo de la multitud.
Multitud que se entera tarde y a los gritos, que sus familiares y compañeros de organización ya habían salido por un costado oculto.
Para el año 1975, más de dos tercios de los liberados, había cometido nuevos delitos terroristas y se hallaban encarcelado o abatido en tiroteos.
Entre de los más destacados delitos fue el asesinato del Dr. Vicente Quiroga, Juez de la Cámara Federal. Del Académico y Filósofo Carlos Sacheri, del escritor y filosofo Bruno Jordán Genta, Secuestro y posterior asesinato del Coronel Argentino Del Valle Larrabure y cientos de acciones más.
Ayudante de 5ta. Juan
Juan estaba solo, las piedras y las molotov alcanzaban con facilidad a su garita, se cubrió agazapado tras el murito de la pasarela y abandonó su garita que estaba siendo blanco de los disparos.
No venía ningún Oficial y no tenía directivas, tan sólo rogaba que no escalasen hasta su posición, ya que tendría que tirar.
Para controlar sus nervios se prendió un pucho, ¿quién lo iba a sancionar por eso?
Desde allí veía a los aspirantes nuevos y en sus rostros pálidos, el bautismo que les tocó vivir.
Desde la terraza se contestó el fuego, Mastin prolijo como siempre con su boina y pipa, disparaba a los fogonazos, así lo hicieron los otros oficiales que tenían FAL.
Desde la calle recibían disparos de armas cortas y largas.
Dos terroristas que, estaban ocultos bajo la muralla protegidos por la saliente de la pasarela, tuvieron la mala idea de salir disparando sus FAL, un fuego cruzado los abatió a unos cinco o seis metros en el medio de la calle.
La balacera alcanzó su apogeo.
Comenzaron a sonar sirenas.
¡Alto el fuego!
Desde afuera continuaban los tiros.
Para los defensores de Devoto -que casi heroicamente repelían el ataque-, la orden de no disparar vino por comunicaciones de la Policía Federal que recibió a su vez directivas de controlar la calle y neutralizar a los francotiradores.
Los disparos que arreciaron cuando lo del camión, cesaron y la calle quedó desierta. Las sirenas sonaban desde todas las direcciones y producían su efecto psicológico. Poco después cesó el fuego, totalmente.
El avance de la Policía Federal, las sirenas y el despliegue casa por casa, liberando a las familias y neutralizando a los francotiradores, terminó por controlar la calle, pusieron camiones celulares y empezaron a cargar detenidos y retirar heridos.
Una mujer tapó a un abatido en la calle con una bandera.
Un patrullero pasó tocando bocina.
La calma llegó a una Bermúdez ahora, vacía y con los ecos de la revuelta.
¡Adentro hay un quilombo!
Cuando se pensaba que todo había terminado hizo su aparición Del Valle Carrizo, un jefe turno del penal y ordenó:
” ¡Marchar a formar! Adentro es un quilombo y hay que recuperar el penal”.
Inmediatamente, se comenzó planta por planta y pabellón por pabellón.
El ratón Brizuela, Pisu, el Colo y tantos otros marcharon con casco y bastón a recuperar los pabellones amotinados.
En el alboroto, Pisu llevaba una PA3 terciada y un jefe lo sacó de las pestañas.
En el 4º, habían arrojado camas a las escaleras y prendido fuego a los colchones, era imposible entrar.
Desde el entrepiso, se le arrojaron dos gases de triple acción y en cuestión de minutos se entregaron los cabecillas.
Se dominó totalmente la situación alrededor de las 02:30 horas.
A limpiar la calle
Con las primeras luces del 26, se dio la orden de limpiar la calle Bermúdez y recoger evidencias.
La calle era un basural, llena estaba de pancartas abandonadas, cápsulas servidas de todo tipo, botellas molotov, piedras y palos.
Pisu encontró una bandera manchada con sangre y se la entregó a Benito Lincoln, quien la debía enviar al Museo, sin embargo, antes de morir, Benito se la devolvió y la señora de Pisu años más tarde, haciendo limpieza, la quemó con otras prendas viejas sin darse cuenta.
El Director Nacional que no fue esta vez
La fuga “legalizada” de Chiappe, el traficante francés, entre otras desprolijidades, le terminó costando al señor Roberto Pettinato el prometido cargo de Director Nacional del Servicio Penitenciario Federal.
Cuentan que personalmente buscó al delincuente por todo el país, sin hallarlo.
Cuando Chiappe se entregó, con un operativo mediático bien montado, lo trajo Pettinato.
Hace poco, en febrero, el antiguo soldado francés, capo mafia, traficante y ladrón, murió apaciblemente en el Valle de Punilla, donde vivió con su mujer con una pensión militar de su país de origen.
El director que no fue, lo precedió mucho antes.
El Director General® Roberto Pettinato (Credencial 00001), fue el creador de la Escuela Penitenciaria de la Nación, una de las más antiguas del mundo. Funcionaba la misma en la Penitenciaría Nacional de la Av. Las Heras (Hoy Parque las Heras).
Durante sus años de Director, promocionó las nuevas ideas de la reinserción social de los delincuentes y los avances criminológicos de la época. Representó al país en diversos foros internacionales, apoyado por Eva Duarte y Perón, a quienes les era incondicional.
Introdujo la política a las cárceles, lo que le generó muchas oposiciones y resistencias en una oficialidad básicamente apolítica.
Como cierre de esta pequeña historia y con la seguridad de haber sido por lo menos inexacto con la memoria parcializada por el mero paso del tiempo, con injustos olvidos y con el simple ánimo de rescatar la jornada heroica de la defensa del Penal de Devoto U.2, en la triste jornada del 25 de mayo de 1973: la tapa del Crónica del día 26-05-73.
Devoto no cayó, no hubo Bastilla esta vez
“La tesis del gobierno era que debía haber una amnistía aprobada por el Parlamento y eso fue lo buscado.
Lo que pasó es que para la izquierda era atractiva la idea de presentar al gobierno como obligado a dictar tal amnistía.
Es decir, que en lugar de cumplir con una promesa electoral, el gobierno cedía “ante la presión popular por arrancar una ley de amnistía.
Esto explica las concentraciones y las presiones sobre las cárceles de todo el país, incluyendo Villa Devoto.
Fue un camino seguido para evitar una masacre.
La tesis fundamental prevista por el gobierno era la amnistía, y el indulto figuraba como alternativa ante una emergencia.
Es decir, una alternativa prevista pero no deseada.
Pero los presos comenzaron a salir ante la perspectiva de un indulto presidencial, antes de que este se firmara, y no ante una ley de amnistía”.
Esteban Justo Antonio Righi Ministro del Interior durante treinta y seis días de 1973.
* Auxiliado por el señor “Poli” Del Valle, (a quien escandalizaré seguramente con mi redacción), por Paulus que me aportó memorias, por Gaya, que aportó memorias, por José María que aportó memorias, por Sussini, que aportó lo suyo y a mi libre imaginación de personajes y hechos. Cada uno desde su visión y lo que le tocó vivir.
Está bien hecho lo que bien termina; Devoto no cayó.
Alcaide ® Nelson Cremades*
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