martes, 8 de diciembre de 2009

CASO POMAR

Investigan una posible conexión con el cartel de Sinaloa
Scioli y Stornelli: cortinas de humo y primeros cambios en la conducción policial.

Mientras espera que Néstor Kirchner decida los cambios del gabinete bonaerense, Daniel Scioli intenta sortear el colapso de la seguridad mediante efectos especiales para ganar tiempo.



El viernes pasado, el Ministro de Seguridad, Carlos Stornelli, anunció pomposamente que se le había pedido la renuncia a 50 directores del área de seguridad para “optimizar el uso de recursos”.


Pero estos “grandes cambios”, en realidad, eran otra cosa:


la mayor parte de los funcionarios relevados forman parte de los equipos de Eugenio Burzaco, que trabaja en conjunto con Stornelli.


El futuro Jefe de la Policía Metropolitana necesita ahora trasladar a su colaboradores a la Ciudad y entonces los hizo renunciar en La Plata.


Ninguno de los renunciados tenía, por otra parte, funciones de importancia.


El hombre clave entre los funcionarios políticos de Stornelli es el Director General de Políticas, Julio de Franco, un hombre del intendente de Ezeiza, Osvaldo Granados, cuya principal ocupación es terciar entre la provincia, los empresarios y los municipios en las compras de equipos de videos de seguridad.

Donde sí Stornelli y Paggi empiezan a decidir cambios es en la plana mayor policial.


Pasará a retiro por razones de salud el Comisario General Roberto López Camelo, a cargo de la represión del narcotráfico, apodado irónicamente por sus subordinados el “zar de la lucha contra la droga”.


Este oficial deja su cargo en medio de un espectacular crecimiento de las estadísticas de consumo y tráfico.


El sucesor elegido es el Comisario Claudio “Colorado” Fernández, que viene de cumplir destinos en dos zonas “liberadas” del Gran Buenos Aires, la Sur y la Oeste.


Prestigio no es lo que le sobra a Fernández, al que apodan Cornelio Saavedra, porque -dicen- sólo se ocupa de la junta.

Una nueva hipótesis sobre los Pomar

A tres semanas de la desaparición de la familia Pomar, la investigación sigue sin rumbo fijo, pero disminuyen -obviamente- las posibilidades de que aparezcan con vida.


A las varias hipótesis que manejan los investigadores se les agrega ahora la posibilidad de una conexión de Fernando Pomar con el tráfico de drogas.


Éste se desempeñaba como químico y habría indicios de probables relaciones con distribuidores de drogas prohibidas.


Más concretamente, se investigaría si el cartel de Sinaloa, que opera en la Argentina, podría estar involucrado en el asesinato de los Pomar.


Es decir que no se descarta que estemos ante un ajuste de cuentas semejante al del triple crimen de General Rodríguez.


El tiempo transcurrido sin que haya datos de ningún tipo, refuerza este tipo de presunciones.

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