domingo, 27 de diciembre de 2009

EL TERRORISMO DE ESTADO EXTRANJERO

El terrorismo marxista que operó en nuestro país fue organizado, adiestrado y apoyado por el Estado de Cuba (el cual, a su vez, era financiado por la Unión Soviética); ergo, sus militantes fueron y son responsables de haber llevado a cabo un terrorismo de Estado extranjero.
En un momento en el cual hablar de terrorismo de Estado pretende referenciar exclusivamente el accionar antiterrorista desarrollado por las Fuerzas Armadas en la guerra revolucionaria que tuvo lugar en nuestro país en los años 70, discutir sobre los orígenes de la guerrilla y el apoyo estatal que esta recibió (principalmente, de Cuba), parece ser tarea fatigosa en una Argentina que todavía no puede llevar adelante un revisionismo histórico serio y completo sobre lo ocurrido durante la traumática guerra civil acaecida.
Además del apoyo estatal que los terroristas argentinos tuvieron, tanto desde el Poder Ejecutivo, durante los tiempos de Cámpora, como desde diversos gobiernos provinciales del país (verbigracia, el respaldo del gobernador de la provincia de Buenos Aires Oscar Bidegain al ERP, en el famoso ataque terrorista a la unidad militar de Azul, en 1974), en rigor de verdad, el terrorismo marxista que operó en nuestro país fue organizado, adiestrado y apoyado por el Estado de Cuba (el cual, a su vez, era financiado por la Unión Soviética); ergo, sus militantes fueron y son responsables de haber llevado a cabo un terrorismo de Estado extranjero.

El puntapié inicial se da a principios de los años 60, cuando Fidel Castro resuelve organizar una serie de conferencias destinadas a establecer directivas para la exportación de la revolución a través de la sistemática aplicación del terror y la violencia.
La reunión más rimbombante fue la conocida como “Tricontinental”, llevada a cabo en La Habana, donde el tirano, entre otras cosas, concluyó: “La toma del poder político en diferentes países de América Latina, en provecho de las clases populares, no podrá ser hecha por la vía electoral o parlamentaria, sino a través de la violencia revolucionaria”. (1). El primer paso había sido dado con éxito. La guerra contra la democracia ya estaba declarada.

Desde entonces, los terroristas argentinos se trasladaron en grupos a Cuba, para recibir, principalmente, entrenamiento militar y adoctrinamiento ideológico.
Cuentan aquellos que pasaron por la isla caribeña que, en “los cursos comunes, veían algo sobre la teoría de la guerra, municiones y armas, historia y uso, táctica, estrategia, organización, los mandos, inteligencia, etc. (…) En eso pasábamos como 8 horas diarias (…) se hizo infraestructura, emboscadas, toma de pueblos, colocación de explosivos, enfrentamientos, etc. Los profesores e instructores eran todos del ejército cubano”. (2).
Esta información es ampliada por el guerrillero Gustavo Molfino, quien confesara a la periodista Seoane que se trataba de “cursos duros, muy complejos.
Más que nada, nosotros desarrollábamos tácticas, defensa y estrategias de acciones urbanas: manejo de todo tipo de armas, explosivos, desplazamiento en vehículos, nos tirábamos de un vehículo en movimiento, tiro desde un vehículo”. (3).
El ex terrorista del PRT-ERP Enrique Gorriarán Merlo ratifica la existencia de adoctrinamiento de terroristas argentinos en Cuba, admitiendo: “Quedó entonces formalizada la relación (…) de PRT a Partido Comunista Cubano.
Acordamos los viajes posteriores de nuevos compañeros para realizar distintos cursos, tanto militares como políticos”. (4). Por el lado de Montoneros, José Amorín explica las facilidades que tenían sus combatientes: “Capacitarlos desde el punto de vista militar no era problema (…) porque recibían instrucción en Cuba”. (5). Con tono crítico, el guerrillero cubano Daniel Alarcón Ramírez sentencia: “Cuba lo que hizo fue aprovecharse de esa gente. Cuba les mandaba hacer entrenamiento tras entrenamiento (…) y después los mandaba a sus respectivos países”. (6).
Lo cierto es que, según calculaba la Policía Federal en un informe al ministerio del Interior, “hacia 1970, alrededor de 3. 000 argentinos ya habían recibido adiestramiento militar en Cuba (…) en 1980, habían pasado unos 6. 000 argentinos”. (7).
Entre los terroristas de mayor renombre que, desde nuestras tierras, pasaron por los entrenamientos estatales proveídos por el castrocomunismo, se destacaron Roberto Quieto (cabecilla de Montoneros), Mario Roberto Santucho (comandante en jefe del ERP), Mario Firmenich (jerarca de Montoneros), Luis Mattini (comandante en jefe del ERP luego de la muerte de Santucho), Marcos Osatinsky (miembro fundador de las FAR), Juan Julio Roqué (montonero partícipe del asesinato de José Ignacio Rucci), Fernando Abal Medina (jerarca montonero, autor material del asesinato del ex presidente Aramburu), Norma Arrostito (montonera partícipe del secuestro de Aramburu), Fernando Vaca Narvaja (cabecilla montonero), Roberto Cirilo Perdía (montonero), entre muchísimos otros.(8).
La isla comunista se constituyó en una suerte de base central en donde las organizaciones terroristas argentinas resolvieron instalarse.
Dicho de otro modo, Cuba no sólo funcionó como predio de entrenamiento guerrillero, sino que en sus suelos se desplegaron también bases de operaciones montoneras y erpianas. Cuenta, por ejemplo, el periodista Marcelo Larraquy, que “los pasaportes y cédulas de identidad de cada miembro serían preparados por la secretaría técnica establecida en Cuba, bajo la responsabilidad de Firmenich”. (9).

Asimismo, la isla castrista obró como refugio de aquellos terroristas que debían escapar de nuestro país a raíz de sus actividades ilícitas. Claro ejemplo surge de la fuga de guerrilleros de Rawson, en 1972. Al convertirse en prófugos de la justicia, “los delincuentes viajan a Cuba, donde fueron recibidos con efusivo abrazo por parte de uno de los principales aliados de los terroristas fugados (…) Eduardo Luis Duhalde”(10); paradójicamente, el actual secretario de Derechos Humanos de nuestro país. Otro ejemplo ilustrativo lo vuelve a brindar Larraquy, afirmando sobre exiliados en Méjico, “el 18 de enero de 1978 (…) la cúpula montonera se refugió en el tercer subsuelo de la embajada cubana. La conducción aceptó la oferta de Fidel Castro de replegarse a Cuba. Un avión (…) dispuesto especialmente para la conducción los transportó a la isla”.(11). Resulta interesante aclarar que repliegue es la retirada de una tropa a su base de partida.

La dependencia de las organizaciones terroristas argentinas hacia el régimen cubano era tan sólida que, en algunas oportunidades, hasta debieron guardar el dinero de los secuestros extorsivos en la isla. El terrorista Juan Manuel Zverko declaró, frente al fiscal federal Romero Victorica, que “el dinero proveniente del secuestro de los hermanos Born fue hacia La Habana (Cuba), en sacos de cuatro y cinco millones de dólares”. (12). La cifra total sería, finalmente, de 60 millones de dólares. El ex coronel cubano Feliberto Castiñeiras confesaría, más tarde, que “a partir del momento en que los montoneros se instalaron en Cuba, tenían total decisión sobre el dinero, que lo iban solicitando en determinadas cantidades mensualmente”. (13).

Lo cierto es que la Organización Montoneros ya tenía pensado apoyar su accionar terrorista en los brazos de un aparato estatal extranjero, que lógicamente comulgara con sus objetivos revolucionarios. En sus documentos y publicaciones, expresaban: “Afirmamos la necesidad de alianzas con los países antiimperialistas (…) y nuestro derecho de reclamar solidaridad y ayuda concreta de esos pueblos”. (14).

Por su parte, el mismo Fidel Castro confesaría, en 1998: “En el único lugar donde no intentamos promover la revolución fue en Méjico. En el resto, sin excepción, lo intentamos (…) tratamos de respaldar y desarrollar movimientos revolucionarios armados”. (15).

Asimismo, cabe agregar que, hasta 1973, otro Estado que apoyó y cobijó al terrorismo local sin cortapisas fue la Chile comunista de Salvador Allende, en donde el mandatario llegó, inclusive, a regalar a Mario Santucho en persona una metralleta y el MIR de Chile (organización guerrillera dirigida por los sobrinos de Allende que, además, obraba de guardaespaldas de este), peleó palmo a palmo apoyando al ERP en su intento por dominar la provincia de Tucumán.(16).

Los datos y las citas son inacabables y obviamente exceden el marco de una epístola llamada a ser necesariamente corta, pero esta síntesis que acabamos de exponer desnuda por completo la responsabilidad de potencias extranjeras en la tragedia terrorista que vivió nuestra nación; principalmente, en la década del 70. El accionar de las organizaciones terroristas subversivas insoslayablemente se corresponde con la definición del concepto político terrorismo de Estado.

Si bien el derecho internacional en ningún lugar solicita el requisito de la participación estatal para que un crimen sea declarado de lesa humanidad (17) (esto es tan sólo un invento de la actual Corte kirchnerista), ¿qué artilugio efectuarán ahora los magistrados de dicho tribunal ante la evidencia inequívoca de que los crímenes de la guerrilla contaron con expresa participación, tanto del Estado argentino como de foráneos?
*Agustín Laje Arrigoni (agustin_laje@yahoo. com. ar) tiene 20 años, es estudiante universitario y autor de numerosos artículos de opinión e investigación sobre los años 70.
Bibliografía.
(1) Acuña Carlos Manuel, “Por amor al odio”, tomo I, Pág. 104, Ediciones del Pórtico, 2003, Buenos Aires.
(2) Díaz Araujo Enrique, “La guerrilla en sus libros”, Pág. 98, edición del autor, 2008, Buenos Aires
(3) Márquez Nicolás, “La mentira oficial”, Pág. 55, edición del autor, 2008, Buenos Aires
(4) Márquez Nicolás, “El Vietnam argentino”, Pág. 29, edición del autor, 2008, Buenos Aires.
(5) Amorín José, “Montoneros: La buena historia”, Pág. 103, Catálogos, 2006, Buenos Aires
(6) Díaz Araujo Enrique, Op. Cit., Pág. 92.
(7) Díaz Araujo Enrique, Op. Cit. Pág. 102.
(8) Datos extraídos de AUNAR, “Terrorismo subversivo en la Argentina-Parte de una red internacional”, Pág. 26, edición del autor, 2007, Buenos Aires.
(9) Larraquy Marcelo, “Fuimos soldados”, Pág. 185, Aguilar, 2006, Buenos Aires
(10) Márquez Nicolás, Op. Cit., Pág, 59.
(11) Díaz Araujo Enrique, Op. Cit. Pág. 100.
(12) AUNAR, Op. Cit. Pág. 27.
(13) “La historia secreta del botín de los montoneros”, por Mario Diament, “La Nación”, suplemento “Enfoques”, 20 de noviembre de 1996.
(14) Orsolini Mario, “Montoneros, sus proyectos y sus planes”, Pág. 51, Círculo Militar, 1989, Buenos Aires.
(15) Diario “Clarín”, 4/7/1998.
Fuente: La Nueva Provincia
Autor: Agustín Laje Arrigo

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